jueves, 9 de enero de 2014

Hormigón y queso

Casar de Cáceres.Foto: Google
                                                                                                          
Casar de Cáceres es un pequeño  pueblo a 10 km de la capital extremeña. Con una población de 5.000 habitantes, forma parte de la Ruta de la Plata.
Siempre es agradable perderse por estos típicos pueblos de España, y disfrutar de su arquitectura popular, sus amables gentes y su rica gastronomía. Entre sus especialidades está, además del Jamón Ibérico, el Escabeche de Tencas, los Pies de Cerdo Guisados, morcilla, callos, la chanfaina... pero sobre todo la muy conocida Torta del Casar. Tiene denominación de origen reconocida por la UE. 
La zona fue de trashumancia y pastoreo, con cañadas de paso definidas, por lo que el queso de oveja fue una especialidad en la región desde la Edad Media. Un Privilegio Real del Rey Sancho IV otorgó a la aldea de Casar una tierra para que el ganado pudiera pastar libremente. Desde 1291, este queso sirvió como pago, por lo que fue siempre estimado por nuestra monarquía, y en sus despensas nunca faltó. Se elabora con leche cruda de oveja y cardo silvestre, con un elaborado ritual, hasta conseguir una crema casi líquida,  apta para untar, y que es casi imposible dejar de comer, por lo riquísima que está.


Torta de Casar. Foto: Google
                                                                                                       
Total, que ya no hacen falta más atractivos para acercarse al pueblo y dar una vuelta por sus calles, ver la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción del s. XVI, y comprar unas cuantas Tortas, para regalos y consumo propio. Pero un buen día  llegó un carismático arquitecto cacereño, y terminó de poner el nombre de Casar de Cáceres en el mapa de la Arquitectura Internacional.

Estación de Autobuses de Casar de Cáceres. Foto: Nacho SM
                                                                           
En las Escuelas de Arquitectura siempre destaca un tipo de estudiante con claras tendencias artisticas, y toques de genialidad. Muy pocos ciertamente... Son creativos, brillantes, heterodoxos, con personalidad muy desarrollada, sentido del humor afinado inteligente, irónico, metidos en su mundo... 
Justo García Rubio ( Cáceres 1948) era el paradigma de este tipo de personajes. Fue compañero mío de estudios, y tuvimos por tanto los mismos profesores, incluido nuestro admirado Leopoldo Uría en Valladolid, y el genial Arquitecto  Francisco Javier Sáenz de Oíza, Catedrático, y Premio Príncipe de Asturias de las Artes 1993, en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Más que tratar con Justo ( apenas mantuve unas cuantas conversaciones con él durante todos esos años y alguna copa) le observaba con una mezcla de curiosidad divertida  y admiración. Terminada la carrera perdimos el contacto... pero 25 años después me entero de que acaba de terminar la Estación de Autobuses de Casar de Cáceres, y que está saliendo publicada en todas las revistas de arquitectura más importantes del mundo.


Estación de Autobuses de Casar de Cáceres. Foto: Nacho SM

Una gigantesca y estrecha losa de hormigón armado visto, con un precioso tono, vuela ingrávida por el aire, para ir plegando sobre sí misma en 2 bucles, y terminar apoyándose en el suelo, creando en su gesto final unos espacios por donde pasan los autobuses y los viajeros. En la oquedad central se sitúa un cuerpo acristalado que alberga las taquillas, una  pequeña zona de espera, aseos y un mínimo bar. El suelo es un plano continuo de hormigón pulido, y acabado en color gris. Nada más y nada menos. Ya me imagino a Justo haciendo el diseño en un solo trazo genial, como si fuera una rúbrica sobre un papel cualquiera. Un diseño intuitivo, espontáneo y de gesto único...
Así son los grandes arquitectos 

Estación de Autobuses de Casar de Cáceres. Foto: Nacho SM
                                                                                        
Estación de Autobuses de Casar de Cáceres. Foto: Nacho SM
                                                                      
Desde debajo, la delgada losa despega del suelo con una espectacular curvatura, que hace parecer mucho mayor la estructura abovedada. La elocuencia del hormigón visto, tal como quedó tras el desencofrado, sin artificios ni revestimientos, hace que la arquitectura tenga las características de una escultura, y viceversa. Los grandes pliegues se van desarrollando sobre nosotros en una interacción función-forma, sea caminando o en el autobús, llegando o saliendo. De esta manera se refuerza la idea de partida o llegada, asociada siempre al viaje. El dinamismo de las formas puede evocar otras arquitecturas contemporáneas, pero creo que no es más que un mero recuerdo formal, sin fundamento teórico alguno.
A punto estuvo de ganar el Premio Nacional de Arquitectura de aquel año y también el Premio FAD. La obra de la Estación quedó seleccionada en la Bienal de Arquitectura Española, y en la Bienal de Arquitectura de Venecia. 
Desde el Colegio de Arquitectos de Asturias organizamos un viaje para ver los mejores y más actuales edificios por la Ruta de la Plata, y no dudé en llamarle. Justo acudió presto a la cita y fue un lujo que nos explicara allí mismo su obra, a los más de 50 arquitectos que fuimos.
Habían pasado 25 años, pero era como si nos hubiéramos visto por última vez el día anterior. Recordamos cantidad de anécdotas de la Escuela, nos gastamos bromas y nos reímos mucho aquella tarde en Casar... Seguía exactamente igual: divertido, bromista, inteligente y genial

En la Estación de Autobuses de Casar de Cáceres
 De izquierda a derecha: Miguel Capellá, Justo García, Martín Pérez, y yo.


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